Llega el otoño. Las temperaturas se suavizan, la humedad vuelve a los campos con las lluvias, tras un verano con algunos momentos preocupantes de calor e importante sequía. La hierba vuelve a lucir verde y los aguacates están trabajando a pleno rendimiento. Ahora se encuentran emitiendo su flujo de crecimiento otoñal … se aprecian por todas partes las hojas rojizas, tan características de este cultivo. La finca, en definitiva, está preciosa.

Paseando tranquilamente por ella, no deja de sorprendernos como estos árboles, con tan solo cuatro primaveras, y apenas en su segundo año de producción, han alcanzado niveles de fructificación que no pensábamos conseguir hasta pasados varios años, rompiendo todas nuestras estadísticas, favorablemente, claro.

Cuándo hacemos balance de la trayectoria e intentamos desgranar realmente cual es el secreto para conseguir tal cantidad de fruta, siempre llegamos a la conclusión de que es cuestión de muchos factores a la vez. Sin olvidar a San Pedro, con su control del clima, que tiene mucha responsabilidad en cuestiones de agricultura, por nuestra parte la labor integral que se viene realizando está dando sus primeros frutos, nunca mejor dicho.

Nuestros métodos de riego localizado, de poda y de abonado (por ese orden) han dado como resultado una gran productividad que, la verdad, no esperábamos aún. En otras fincas que gestionamos y que entran en producción este año por primera vez, se han conseguido este año también importantes producciones, lo cual nos anima aun más.

Ahora falta que los árboles vayan entrando poco a poco en su letargo, inducidos a una parada vegetativa, dejaremos preparados todos los mecanismos de defensa frente al frio y esperaremos a que pase el invierno. Con la llegada de la primavera, procederemos a la recolección de la cosecha.